El análisis que Marx hace del capitalismo se basa en la idea de que el capital siempre busca ser invertido productivamente, esto es, para generar un beneficio o plusvalía. Es lo que se llama el circuito D-M-D (dinero-mercancía-dinero). Este funcionamiento implica un momento inicial de acumulación de capital que pueda luego ser invertido. ¿De dónde surge el capital? Los teóricos del liberalismo, como John Locke habían explicado este hecho como el resultado de la laboriosidad de algunos hombres, que habrían acumulado el producto de su trabajo en forma de dinero. Según Marx esta visión idílica no resiste un mínimo análisis histórico. Por el contrario, según él, el estudio de los datos reales nos dice que la acumulación capitalista en la Europa de los inicios de la revolución industrial estuvo basada en la conquista y explotación violenta de otros territorios y pueblos por las potencias coloniales. Así lo explica en su libro El Capital:
El descubrimiento de los yacimientos de oro y plata de América, el exterminio, la
esclavización y el sepultamiento en las minas de la población aborigen, el comienzo de
la conquista y el saqueo de las Indias Orientales, la conversión del continente africano
en cazadero de esclavos negros: tales son los hechos que señalan los albores de la era de
producción capitalista. Estos procesos idílicos representan otros tantos factores
fundamentales en el movimiento de la acumulación originaria. Tras ellos, pisando sus
huellas, viene la guerra comercial de las naciones europeas, con el planeta entero por
escenario. Rompe el fuego con el alzamiento de los Países Bajos, que se sacuden el yugo
de la dominación española, cobra
proporciones gigantescas en Inglaterra con la guerra antijacobina, sigue ventilándose en China en las guerras del opio, etc.
Las diversas etapas de la acumulación originaria tienen su centro, en un orden
cronológico más o menos preciso, en España, Portugal, Holanda, Francia e Inglaterra. Es
aquí, en Inglaterra, donde a fines del siglo XVII se resumen y sintetizan
sistemáticamente en el sistema colonial, el sistema de la deuda pública, el moderno
sistema tributario y el sistema proteccionista. En parte, estos métodos se basan, como
ocurre con el sistema colonial, en la más burda de las violencias. Pero todos ellos se
valen del poder del Estado, de la fuerza concentrada y organizada de la sociedad, para
acelerar a pasos agigantados el proceso de transformación del modo feudal de producción
en el modo capitalista y acortar las transiciones. La violencia es la comadrona de toda
sociedad vieja que lleva en sus entrañas otra nueva. Es ella misma una potencia
económica.
«Los actos de barbarie y de desalmada crueldad cometidos por las razas que se llaman cristianas en todas las partes del mundo y contra todos los pueblos del orbe que pudieron subyugar, no encuentran precedente en ninguna época de la historia universal ni en ninguna raza, por salvaje e inculta, por despiadada y cínica que ella sea».
Para seguir leyendo el capítulo XXIV de la primera parte de El Capital titulado El secreto de la acumulación originaria.
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