martes, 10 de noviembre de 2015

El principito y el concepto aristotélico de potencia.

Leed atentamente este texto y decidme qué relación veis con el concepto aristotélico de potencialidad de los entes (y ya, de paso, una lección sobre en qué consiste la autoridad, en ordenar lo que es razonable):



El Principito se encontraba en la región de los asteroides 325, 326, 327, 328, 329 y 330. Empezó entonces por visitarlos para buscar en ellos una ocupación y para instruirse.
El primero estaba habitado por un rey. El rey estaba instalado, vestido de púrpura y armiño, sobre un trono muy simple y sin embargo majestuoso.
- Ah! He aquí un súbdito, - exclamó el rey cuando divisó al principito.
Y el principito se preguntó: "¡Cómo puede reconocerme si nunca me ha visto antes !"
No sabía que, para los reyes, el mundo está muy simplificado. Todos los hombres son súbditos.
[...]
Pero el principito estaba extrañado. El planeta era minúsculo. ¿Sobre qué podía reinar el rey ?
- Majestad – le dijo... – le pido disculpas por interrogarlo...
- Te ordeno interrogarme – se apresuró a decir el rey.
- Majestad... ¿sobre qué reina usted ?
- Sobre todo – respondió el rey, con una gran simplicidad.
- ¿Sobre todo ?
El rey con un gesto discreto señaló su planeta, los otros planetas y las estrellas.
- ¿Sobre todo eso ? – dijo el principito.
- Sobre todo eso... - respondió el rey.
Porque no sólo era un monarca absoluto sino que era un monarca universal.
- ¿Y las estrellas le obedecen ?
- Por supuesto – le dijo el rey. – Obedecen enseguida. No tolero la indisciplina.
Semejante poder maravilló al principito. Si él mismo lo hubiera tenido, habría podido asistir, no a cuarenta y cuatro, sino a setenta y dos, o incluso a cien, o incluso a doscientas puestas de sol en el mismo día, sin tener que correr nunca su silla ! Y como se sentía un poco triste por el recuerdo de su pequeño planeta abandonado, se atrevió a solicitar una gracia al rey:
- Quisiera ver una puesta de sol... Tenga la bondad... Ordénele al sol ocultarse...
- Si ordenara a un general volar de una flor a otra como una mariposa, o escribir una tragedia, o convertirse en ave marina, y si el general no ejecutara la orden recibida, ¿quién estaría en falta, él o yo ?
- Sería usted - dijo con firmeza el principito.
- Exacto. Debe exigirse de cada uno lo que cada uno puede dar - prosiguió el rey. - La autoridad se fundamenta en primer lugar en la razón. Si ordenas a tu pueblo que se tire al mar, hará la revolución. Yo tengo el derecho de exigir obediencia porque mis órdenes son razonables.
- ¿Y mi puesta de sol ? - recordó el principito, que nunca olvidaba una pregunta una vez que la había formulado.
- Tu puesta de sol, la tendrás. Yo la exigiré. Pero esperaré, con mi ciencia de gobernante, que las condiciones sean favorables.
- ¿Cuándo será eso ? - se informó el principito.
- Hem! hem! – le respondió el rey, que consultó primero un gran calendario, - hem! hem! será a eso de... a eso de... será esta tarde a eso de las siete horas cuarenta ! Y ya verás cómo soy obedecido.
El principito bostezó. Echaba de menos su puesta de sol fallida. Y además ya se aburría un poco:
- No tengo más nada que hacer acá - le dijo al rey. - ¡Voy a seguir viaje !
Antoine de Saint-Exupéry. El principito.

jueves, 5 de noviembre de 2015




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