El Romanticismo es
un movimiento cultural y político originado en Alemania y en el
Reino Unido a finales del siglo XVIII como una reacción
revolucionaria contra el racionalismo de la Ilustración y el
Clasicismo, confiriendo prioridad a los sentimientos. Su
característica fundamental es la ruptura con la tradición
clasicista basada en un conjunto de reglas estereotipadas. La
libertad auténtica es su búsqueda constante, por lo que su rasgo
revolucionario es incuestionable. Debido a que el romanticismo es una
manera de sentir y concebir la naturaleza, la vida y al hombre mismo,
se presenta de manera distinta y particular en cada país donde se
desarrolla; incluso dentro de una misma nación se manifiestan
distintas tendencias proyectándose también en todas las artes. Leer más.
Aquí os dejo una serie de ejemplos del espíritu romántico en literatura, música y pintura:
Rima LXVI.
¿De dónde vengo?... El más horrible y áspero
de los senderos busca;
las huellas de unos pies ensangrentados
sobre la roca dura,
los despojos de un alma hecha jirones
en las zarzas agudas,
te dirán el camino
que conduce a mi cuna.
¿Adónde voy? El más sombrío y triste
de los páramos cruza,
valle de eternas nieves y de eternas
melancólicas brumas.
En donde esté una piedra solitaria
sin inscripción alguna,
donde habite el olvido,
allí estará mi tumba.
Gustavo A. Bécquer.
Caspar D. Friedrich. Viajero frente al mar de niebla. |
RICHARD WAGNER. La cabalgata de las
Valquirias.
R. WAGNER. Tannhäuser (Obertura).
El prototipo del romanticismo: el
monstruo.
Todos
los hombres odian a los desgraciados. ¡Cuánto, pues, se me debe
odiar a mí que soy el más infeliz de los seres vivientes! Sin
embargo, vos, creador mío, me detestáis y me despreciáis, a mí,
vuestra criatura, a quien estáis unido por lazos que sólo la
aniquilación de uno de nosotros romperán. Os proponéis matarme.
¿Cómo os atrevéis a jugar así con la vida? Cumplid vuestras
obligaciones para conmigo, y yo cumpliré las mías para con vos y el
resto de la humanidad. Si aceptáis mis condiciones, os dejaré a vos
y a ellos; pero si rehusáis, llenaré hasta saciarlo el buche de la
muerte con la sangre de vuestros amigos.
––¡Aborrecible
monstruo!, ¡demonio infame!, los tormentos del infierno son un
castigo demasiado suave para tus crímenes. ¡Diablo inmundo!, me
reprochas haberte creado; acércate, y déjame apagar la llama que
con tanta imprudencia encendí.
Mi
cólera no tenía límites; salté sobre él, impulsado por todo lo
que puede inducir a un ser a matar a otro. Me esquivó fácilmente y
dijo:
¡Serenaos!
Os ruego me escuchéis antes de dar rienda suelta a vuestro odio.
¿Acaso no he sufrido bastante que buscáis aumentar mi miseria? Amo
la vida, aunque sólo sea una sucesión de angustias, y la defenderé.
Recordad: me habéis hecho más fuerte que vos; mi estatura es
superior y mis miembros más vigorosos. Pero no me dejaré arrastrar
a la lucha contra vos. Soy vuestra obra, y seré dócil y sumiso para
con mi rey y señor, pues lo sois por ley natural. Pero debéis
asumir vuestros deberes, los cuales me adeudáis. Oh Frankenstein, no
seáis ecuánime con todos los demás y os ensañéis sólo conmigo,
que soy el que más merece vuestra justicia e incluso vuestra
clemencia y afecto. Recordad que soy vuestra criatura. Debía ser
vuestro Adán, pero soy más bien el ángel caído a quien negáis
toda dicha. Doquiera que mire, veo felicidad de la cual sólo yo
estoy irrevocablemente excluido. Yo era bueno y cariñoso; el
sufrimiento me ha envilecido. Concededme la felicidad, y volveré a
ser virtuoso.
Mary
Wollstonecraft Shelley.
Frankenstein
o el moderno Prometeo.